Jehová es mi Pastor – Considerando el Salmo 23

El Salmo 23 es quizás uno de los salmos más conocidos, queridos y apreciados de todos los que están escritos. Los niños de la Escuela Dominical lo aprenden de memoria a temprana edad y los adultos lo guardan en sus corazones para sacarlo a la luz en momentos de prueba y fragilidad. Este salmo ha sido refugio para el alma desconsolada y atormentada, alimento para el alma sedienta y hambrienta y un oasis para el cansado caminante. No hay duda alguna de que David lo escribió basándose en su propia experiencia como pastor de las ovejas de su padre, Isaí; sin embargo fue la propia experiencia de vida de David lo que lo llevó a describir su relación con Dios en la forma en como está presente en este salmo.  Al considerar cada uno de los salmos que escribió David, podemos concluir que él tenía una relación de intimidad y cercanía con Dios, y este salmo es un testimonio escrito de la fidelidad y la gracia del Señor en la vida de este hombre de Dios, así como en la vida de cada uno de los que somos sus hijos.

La figura del «pastor» para referirse a Dios no era extraña para el israelita devoto, pues en otros pasajes ya se hacia mención a Jehová como el Pastor de su pueblo (Génesis 49:24; Salmos 28:9, 77:20, 78:50, 79:13, 80:1, 95:7, 100:3; Isaías 40:11; Ezequiel 34; Miqueas 5:4, 7:14). No sabemos en cual momento de su vida David escribió este salmo, pero no sería descabellado pensar que lo escribió durante sus largas jornadas como pastor, donde con esmero y cuidado estuvo a cargo de las ovejitas de su padre. David conocía muy bien las tareas de un pastor. En primer lugar las ovejas lo eran todo. En 1 de Samuel 17:34 vemos como David declara como muchas veces tuvo que enfrentar a osos y leones para defender al rebaño. Ser pastor significaba una tremenda responsabilidad, en el mismo capitulo del libro de Samuel, pero en el verso 20, David declara que tuvo que dejar las ovejas al cuidado de un guarda. Si estabas a cargo de un rebaño no podías dejar tus ovejas tiradas para salir corriendo a comer, a algún matrimonio o incluso para ir a la guerra. Ser pastor requería por lo tanto compromiso, responsabilidad y valentía.

Como creyentes vemos en este pasaje a nuestro «Pastor», el Señor Jesús. Él dijo: «Yo soy el Buen Pastor» y sabemos que no hay pastor que tenga mayor cuidado para con nosotros que Él. En 1 de Pedro 2:25 se nos dice que eramos como ovejas descarriadas pero que ahora hemos vuelto al «Pastor y Obispo de nuestras almas». Nuestro Salvador es el Buen Pastor que dio su vida por nosotros en la cruz del calvario para librarnos de las garras de Satanás y de la muerte, que ahora nos ha traído a su rebaño donde podemos escuchar su voz, donde podemos seguirle confiando en que nada jamás podrá arrebatarnos de sus manos. (Juan 10:28)

El salmos 23 nos lleva por lo tanto a considerar de manera natural a nuestro Señor Jesús y cuales son sus cuidados para cono nosotros. A la declaración tremenda de «Jehová es mi pastor» le siguen seis cosas que hace este tremendo «Pastor» .

  1. El Pastor Provee: «…nada me faltará».
  2. El Pastor da descanso: «en lugares de delicados pastos me hará descansar. Junto a aguas de reposo me pastoreará.»
  3. El Pastor da confort: «…confortará mi alma.»
  4. El Pastor guía: «Me guiará por sendas de justicia por amor a su nombre.»
  5. El Pastor protege: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno.»
  6. El Pastor acompaña: «…porque tú estarás conmigo.»

En este salmo se nos declara por lo tanto los tiernos cuidados de Cristo para con los suyos. Podemos confiar en Él ahora y por la eternidad, pues de sus brazos jamás podremos ser arrebatados. Él nos conoce y es por esto que podemos descansar en su protección y en su guía.

Sin embargo solo aquellos que están en el redil pueden tener esta confianza y esta seguridad. Solo las ovejas de Cristo pueden decir con propiedad «Él es mi pastor». ¿Eres tú estimado lector una oveja del rebaño del Señor? En caso contrario eres una oveja descarriada, pérdida y sin rumbo con el peligro de ser devorada por un animal salvaje o caer a un acantilado, tal como la ovejita perdida de Lucas 15. La buena noticia es que Cristo, el Pastor de los Pastores, descendió del cielo a buscar a aquellos que perdidos, estaban en peligro de morir. El vino a este mundo a dar su vida como el Buen Pastor para tomar a las ovejas descarriadas y traerlas al rebaño, donde Él no solo es el Pastor, sino la Puerta del redil, por donde podemos entrar y hallar pastos para nuestro sustento ¿Eres tu de las ovejas de Cristo? Si no lo eres, vuélvete a Cristo en este momento y reconócele como tu Señor. Declárale tu pecado y tu insuficiencia para salvarte por tus propios medios y Él te pondrá sobre sus hombros y te traerá con delicadeza y cariño al redil, donde podrás decir con seguridad: «El Señor es mi Pastor».

Continuara…

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